Antequera, 8 de Junio de 2018
UN DÓLMEN HISTÓRICO
La cita en la tienda del Málaga un lugar emblemático donde los haya era el lugar de partida a las 19.00PM para acometer un viaje en una tarde fría e inusual donde las haya, junto a Juan Carlos, en su debut en competición, Jose Antonio y Miguel.
El viaje a la tierra de los dólmenes baja el mercurio de manera considerable y hasta unas gotas de lluvia nos acompañan con un cielo encapotado. Increíble para un mes de Junio en una de las sartenes andaluzas. Una novedad no esperada.
Llegamos a Antequera con bastante antelación y parcialmente helados disfrutamos de los momentos previos y darnos un paseo por su centro neurálgico para gozar de un cafelito reconfortante.
Llegan nuestras parejas y el dialogo se acentúa alrededor de una tarde invernal. El ambiente es excelente en linea de salida y disfrutamos de las carreras de los menores antes que la noche se cierre a las 22.00PM para comenzar el viaje nocturno camino de los dólmenes.
Deseaba una noche para disfrutarla y a ello me dispuse. Ritmo "guay" para acometer las empinadas cuestas de una Antequera primorosa. Voy acompañado de Jose Antonio, me cruzo con Juanma al que saludo amistosamente, y viajamos en ascensión gozando de mi cámara por los entresijos de una capital andaluza preciosa.
En la parte más alta, tengo que pararme por necesidad, y me quedo solo. La subida había acabado y comenzaba la bajada camino de Los Dólmenes. Aprieto el acelerador al máximo y a unos pocos kilómetros muy cerca de entrar en un lugar mítico alcanzo de nuevo a Jose Antonio.
El acceso a Los Dólmenes es de otra época. Carril estrecho, en oscuridad, y en lugar desconocido y visitado por primera vez por una carrera popular. Por lo tanto es otro momento histórico en mi curriculum. Al llegar al lugar clave es sin duda sorprendente ver a Los Dólmenes rodeado de atletas. Una medalla más a mi entorchado.
Solo quedaba la vuelta hacia nuestros pasos, por el callejero antequerano, con adoquines y subida muy continuada que dejaba claro de la dureza de una carrera preciosa.
La algabrabia se apodera de la recta final donde hay que vivirla al máximo y eso hago. La meta se convierte en un gran dolmén que sella una aventura de nuevo histórica.
El anticipo a las cervecitas posteriores, con baja temperatura, algo inusual y extraño para la época, ponen una anécdota en un sorteo de regalos posterior y donde el estrella que era un Jamón, le toca al número anterior al que yo portaba y en la que estamos pone el punto y final a una carrera que hay que dejarla marcada para años posteriores.
La vuelta a Málaga en una noche otoñal, increible, es el ocaso a una jornada con dos matices muy claros. El frio y los Dolmenes.
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